El síndrome de vejiga hiperactiva(urgencia miccional,aumento de frecuencia miccional y/o nocturia) afecta a un amplio sector de la población que asumen su situación como normal. Existen tratamientos con elevadas tasas de eficacia que deben ser prescritos de manera individualizada.
La vejiga hiperactiva se define como la aparición de urgencia miccional sin una causa que la justifique. Habitualmente, además del deseo súbito de orinar, suele acompañarse de incontinencia urinaria porque el paciente no es capaz de llegar a tiempo al baño. También provoca un aumento de la frecuencia miccional diurna y nocturna.
Puede aparecer a cualquier edad, si bien es más frecuente en pacientes mayores. Afecta a ambos sexos, en menores de 60 años es más común en mujeres, pero por encima de esta edad los porcentajes se igualan.
Es una condición que provoca un gran impacto en la calidad de vida porque no se puede predecir el momento en que va a ocurrir la pérdida de orina, como sí ocurre con la incontinencia de esfuerzo. Además las pérdidas que provocan suelen ser mayores (en ocasiones provoca el vaciado completo de la vejiga) y la elevada frecuencia miccional que la acompaña supone un trastorno importante en la vida diaria.
El primer escalón de la vejiga hiperactiva es el tratamiento farmacológico, pero con frecuencia los tratamientos disponibles no funcionan o presentan efectos secundarios que obligan a suspender el tratamiento. La toxina botulínica supone una solución en la mayoría de los pacientes. La toxina provoca una parálisis parcial del músculo de la vejiga (detrusor) consiguiendo eliminar la urgencia y la incontinencia.
Para la aplicación del tratamiento se introduce un endoscopio (cistoscopio) en la vejiga a través de la uretra, a través del cual y mediante una aguja se inyecta el medicamento en el músculo de la vejiga. No se trata pues de una intervención quirúrgica porque no se practica ninguna incisión. Es un procedimiento muy rápido (10 minutos) y que se hace bajo anestesia local y sedación por lo que no requiere ingreso hospitalario. El paciente puede retomar su actividad diaria en pocas horas sin ninguna limitación.
La incontinencia urinaria de esfuerzo ocurre en situaciones en las que se produce un aumento de la presión abdominal, como sucede al toser o estornudar. En función del grado de severidad puede aparecer al realizar actividades cotidianas como hacer ejercicio, reírse, levantar pesos, bajar escaleras o simplemente caminar.
Puede aparecer a cualquier edad, si bien es más frecuente en pacientes mayores. Afecta a ambos sexos, en menores de 60 años es más común en mujeres, pero por encima de esta edad los porcentajes se igualan.
La pérdida de orina en la mayoría de los casos se produce porque la uretra (conducto por donde sale la orina desde la vejiga) pierde su soporte debido a que los músculos y ligamentos que la sostienen se debilitan. Factores como el embarazo y los partos, la obesidad y el tabaquismo predisponen a este tipo de incontinencia. El envejecimiento y la menopausia también son situaciones que la favorecen.
EL objetivo de la cirugía es corregir esa movilidad excesiva de la uretra que ocurre al hacer esfuerzos. Esto se consigue colocando una malla sintética de pequeño tamaño debajo de la misma para recuperar el soporte perdido. La malla (también llamada cabestrillo suburetral) se coloca a través de la vagina mediante una pequeña incisión de 1.5- 2 centímetros. La técnica habitual emplea unas agujas helicoidales que permiten pasar la malla a través de los agujeros de la pelvis (agujero obturador) hasta sacarla a nivel de la ingle, donde se realizan dos incisiones de 1 centímetro en cada lado. Hoy en día existen cabestrillos de menor tamaño, que se colocan únicamente a través de la incisión vaginal simplificando aún más la intervención y evitando las incisiones inguinales.
>La cirugía se realiza en menos de 30 minutos y en la mayoría de los casos la paciente puede irse de alta al día siguiente. Permite una reincorporación prácticamente inmediata a la vida diaria, evitando coger pesos importantes o realizar grandes esfuerzos durante el primer mes.
El prolapso de organos pélvicos consiste en el descenso a través de la vagina de cualquiera de los órganos que se encuentran dentro de la pelvis. En función del órgano que descienda recibe distintos nombres: cistocele (descenso de la vejiga), histerocele o prolapso uterino, rectocele (descenso del recto), colpocele (descenso de la cúpula de la vagina), enterocele (descenso de intestino delgado).
Existen distintos grados de prolapso según el nivel de descenso que se alcanza. La clasificación más empleada los clasifica en cuatro grados siendo el grado I el más leve y el IV el más severo.
La única solución definitiva para corregir el prolapso es quirúrgica. El objetivo de la cirugía es restablecer la anatomía del suelo pélvico, colocando el órgano u órganos descendidos a su posición original, o en ocasiones extirpándolo cuando lo que desciende es el útero.
La técnica vaginal se puede realizar reparando los propios tejidos de la paciente o colocando una malla sintética que proporcione un mayor refuerzo y proporcione mayor duración de los resultados. Se trata de una intervención de menos de 90 minutos de duración y que puede hacerse con una anestesia regional (raquídea). El postoperatorio suele ser de 48 horas, permitiendo a la paciente retomar su actividad habitual en una semana.
La técnica abdominal proporciona ventajas como una mayor duración de los resultados y evita cicatrices en la vagina que pueden alterar la sensibilidad de la misma o provocar molestias durante las relaciones sexuales. Hoy en día la laparoscopia permite realizar la técnica abdominal a través de 4 mínimas incisiones y permitiendo una rápida recuperación postoperatoria. La intervención consiste en colocar una o dos mallas (según si se corrigen uno o dos prolapsos) que se suturan a la vagina y se anclan a nivel de un potente ligamento en la cara anterior del sacro (de ahí el nombre de la intervención: colposacropexia laparoscópica). La paciente puede ser dada de alta en 48 horas y reincorporarse a su vida habitual de forma casi inmediata.
Es frecuente que el prolapso se asocie con la incontinencia urinaria porque el mecanismo por el que se producen es el mismo, es decir, el debilitamiento de los músculos y ligamentos que conforman el suelo pélvico. En estos casos es posible resolver los dos problemas en una misma operación combinado las dos técnicas.